Un día viene Doritos y nos dice que va a lanzar un nuevo pack con una forma tan icónica como la de sus chips de maíz. Triángulos dentro de un triángulo. Y nos dice que necesitan un anuncio para UK. Y que es para ya. Y un mes después estamos en Budapest rodando un falso documental sobre la historia de un chaval que cambia la historia de la música –y de la humanidad– tocando el que probablemente sea el instrumento más denostado de todos, el triángulo.